miércoles, 12 de julio de 2017

Las Maravillosas Aventuras de Antifer



Bitácora del capitán… Fecha estelar 17763.

   Entre pequeños momentos libres, me he leído “Las Maravillosas Aventuras de Antifer” de Julio Verne. Tal vez sea porque de niño conocía (una parte de) los cuentos de este maravilloso autor, a través de las comiquitas (dibujos animados) que pasaban en el Canal 8 (de lo mejor que pasaban), que tenía la sensación de que su obra eran cuentos infantiles. Aunque su aventura podría parecer infantil comparándose con las oscuras o densas obras que se producen en la actualidad, lo cierto es que me sorprendió que su lenguaje demostrara que no era un cuento dirigido a niños, pues hace uso de un vocabulario culto y técnico, especialmente el náutico. Y es ésta misma característica que me pareció que podía ser utilizado por los profesores de lengua para hacer ejercicios para ampliar el vocabulario de sus alumnos.  En todo caso, me parecería muy conveniente que el libro viniese con un mini diccionario anexo, de sus palabras y términos más destacados (ya que es típico que por no dejar la lectura se relegue la búsqueda en el diccionario, que al final muy pocas veces se realiza).
   Mi libro, usado pero en excelentes condiciones, conseguido en una barata (muy barata) de buhonero (vendedor en la calle) traía algunas ilustraciones, cosa que a veces es un lujillo para estas ediciones de bajo presupuesto; pero desgraciadamente éstas sólo reafirman situaciones de los protagonistas sin aportar casi nada al texto. Aunque no las quitaría, yo pienso que una historia llena de descripciones de paisajes exóticos, que en su época eran casi imposibles de vivir para la mayoría de sus lectores debería tener ilustraciones precisamente de esas exuberantes descripciones, que se supone es uno de los atractivos de la historia, y que dejarían al lector soñando con el lugar y la trama, dejando esas sensaciones que hacen que un libro deje marca.
   En cuanto a la historia en sí, me gustó, pero le quitaría un tercio del texto; pues no hace más que repetir reiteradamente las mismas ideas, como un precursor del método usado en las telenovelas, donde por si te perdiste algún capítulo, te repiten el argumento para que no te pierdas. Fuera de eso, que a veces se me hacía tedioso, la búsqueda por diversas partes del mundo, siguiendo las pistas dejadas, del fabuloso tesoro, me gustó (aunque acepto que soy fácil de complacer en este aspecto).
   Lo que me lleva a mi última observación. Como la descripción del viaje a diversos extremos del mundo es uno de los atrayentes de la historia, mi libro incluía unos mapas anexos. Desgraciadamente eran unas copias demasiado claras de mapas de atlas, cuyo nivel de información, tamaño y poca claridad hacía prácticamente imposible de usar y desestimaba cualquier intento de consultarlos a lo largo del cuento. Yo hubiese preferido un mapa realizado a mano (aunque fuera menos preciso) que limitara la información a lo mencionado en el cuento (más una que otra referencia inevitable más) y lo mejor  sería que se fuera encontrando a lo largo de la historia una serie de mapas, donde cada uno fuera agregando cada nueva referencia geográfica mencionada. Finalizando con un mapa que incluyera todos los trayectos realizados y lugares. En todo caso, si fuera demasiado lujo tantos mapas; pues sólo el último que indiqué con todo incluido. Aunque un profesor de geografía perfectamente podría mandar como ejercicio muy interesante que el alumno vaya colocando en un mapa, que inicialmente solo tenga los contornos costeros y algunas referencias relevantes que sirvan de guía, los diversos lugares señalados en el relato y dibujar las rutas seguidas. Así motivaría la lectura y el conocimiento geográfico, así como el uso de las longitudes y latitudes.

1 comentario:

  1. Comparto la idea de utilizarlo como una manera de iniciar a los más jovenes en el manejo de un lenguaje o técnicas avanzadas, lo de las ilustraciones pues me imagino que un artista para ese tipo de libros o el espacio en hojas, debe ser una inversion considerable, que dejaria al libro fuera del alcance del publico fijado como objetivo.

    Sigfrido Wolf

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