Bitácora del capitán… Fecha estelar 17763.
Entre pequeños
momentos libres, me he leído “Las Maravillosas Aventuras de Antifer” de Julio
Verne. Tal vez sea porque de niño conocía (una parte de) los cuentos de este
maravilloso autor, a través de las comiquitas (dibujos animados) que pasaban en
el Canal 8 (de lo mejor que pasaban), que tenía la sensación de que su obra eran
cuentos infantiles. Aunque su aventura podría parecer infantil comparándose con
las oscuras o densas obras que se producen en la actualidad, lo cierto es que
me sorprendió que su lenguaje demostrara que no era un cuento dirigido a niños,
pues hace uso de un vocabulario culto y técnico, especialmente el náutico. Y es
ésta misma característica que me pareció que podía ser utilizado por los
profesores de lengua para hacer ejercicios para ampliar el vocabulario de sus
alumnos. En todo caso, me parecería muy
conveniente que el libro viniese con un mini diccionario anexo, de sus palabras
y términos más destacados (ya que es típico que por no dejar la lectura se
relegue la búsqueda en el diccionario, que al final muy pocas veces se realiza).
Mi libro, usado
pero en excelentes condiciones, conseguido en una barata (muy barata) de
buhonero (vendedor en la calle) traía algunas ilustraciones, cosa que a veces
es un lujillo para estas ediciones de bajo presupuesto; pero desgraciadamente
éstas sólo reafirman situaciones de los protagonistas sin aportar casi nada al
texto. Aunque no las quitaría, yo pienso que una historia llena de
descripciones de paisajes exóticos, que en su época eran casi imposibles de
vivir para la mayoría de sus lectores debería tener ilustraciones precisamente
de esas exuberantes descripciones, que se supone es uno de los atractivos de la
historia, y que dejarían al lector soñando con el lugar y la trama, dejando
esas sensaciones que hacen que un libro deje marca.
En cuanto a la
historia en sí, me gustó, pero le quitaría un tercio del texto; pues no hace
más que repetir reiteradamente las mismas ideas, como un precursor del método
usado en las telenovelas, donde por si te perdiste algún capítulo, te repiten
el argumento para que no te pierdas. Fuera de eso, que a veces se me hacía tedioso,
la búsqueda por diversas partes del mundo, siguiendo las pistas dejadas, del
fabuloso tesoro, me gustó (aunque acepto que soy fácil de complacer en este aspecto).
Lo que me lleva a
mi última observación. Como la descripción del viaje a diversos extremos del
mundo es uno de los atrayentes de la historia, mi libro incluía unos mapas
anexos. Desgraciadamente eran unas copias demasiado claras de mapas de atlas,
cuyo nivel de información, tamaño y poca claridad hacía prácticamente imposible
de usar y desestimaba cualquier intento de consultarlos a lo largo del cuento.
Yo hubiese preferido un mapa realizado a mano (aunque fuera menos preciso) que
limitara la información a lo mencionado en el cuento (más una que otra
referencia inevitable más) y lo mejor sería
que se fuera encontrando a lo largo de la historia una serie de mapas, donde cada uno fuera agregando
cada nueva referencia geográfica mencionada. Finalizando con un mapa que
incluyera todos los trayectos realizados y lugares. En todo caso, si fuera demasiado lujo
tantos mapas; pues sólo el último que indiqué con todo incluido. Aunque un
profesor de geografía perfectamente podría mandar como ejercicio muy
interesante que el alumno vaya colocando en un mapa, que inicialmente solo tenga
los contornos costeros y algunas referencias relevantes que sirvan de guía, los
diversos lugares señalados en el relato y dibujar las rutas seguidas. Así
motivaría la lectura y el conocimiento geográfico, así como el uso de las longitudes
y latitudes.
Comparto la idea de utilizarlo como una manera de iniciar a los más jovenes en el manejo de un lenguaje o técnicas avanzadas, lo de las ilustraciones pues me imagino que un artista para ese tipo de libros o el espacio en hojas, debe ser una inversion considerable, que dejaria al libro fuera del alcance del publico fijado como objetivo.
ResponderEliminarSigfrido Wolf